Es cuestión de conocerse y reconocerse

Existen distintos tipos de viajes: con la familia, con los amigos, con desconocidos o solo. Cada una de las modalidades tiene características propias y singulares que hacen de cada viaje uno único y perfecto para distintas ocasiones y personalidades. Viajar acompañado implica ciertos límites, para el que viaja solo, en cambio, los límites se vuelven meras ideas pasadas. Viajar solo es un reto personal. Implica tener que convivir con uno mismo, aprender a tomar decisiones y a cometer errores, y ser responsable de los mismos. Implica verse obligado a conocerse y a reconocerse desde lo más profundo, cosa que no siempre es agradable, no obstante, es el punto de partida. Es conociéndonos a nosotros mismos donde somos capaces de ver la profundidad de cada persona y de lo que es capaz de esconder tras las máscaras y escenarios que el mundo le impone. Quien viaja solo, se ve obligado a reconocerse y a reconocer a un "alguien" en quien se le cruza por el camino. Es imposible que se aisle puesto que, al ser seres sociales, quien está en proceso de auto-conocerse, es incapaz de negar esta característica de su naturaleza y se ve forzado, por sí mismo, a descubrir en el otro aquella persona única, a ese "alguien" similar a la que reside en su interior. Es cuestión de reconocerse.